Los inmigrantes se han convertido en una parte importante de nuestro paisaje nacional. Alrededor de 40 millones o el 20% de las personas que viven en los EE. UU. son inmigrantes de primera o segunda generación. El proceso de inmigración puede ser muy desafiante para el inmigrante y, al mismo tiempo, es un tema complejo.
Uno de los grandes desafíos que enfrenta un inmigrante es participar en un proceso legal que lo llevará a la residencia o ciudadanía. Se estima que cerca de 11 millones de personas no tienen autorización para vivir en los Estados Unidos. Además, cerca de la mitad de este grupo no habla inglés lo suficientemente bien o no habla nada.
Otras áreas que se suman a las dificultades que enfrentan los inmigrantes son las diferencias culturales, la falta de habilidades laborales, los cambios de roles, la discriminación potencial y la falta de acceso a diferentes recursos importantes (por ejemplo, atención médica, educación, vivienda, etc.).
Las limitaciones anteriores también crean un ciclo disfuncional ya que los inmigrantes, por estas razones, no se inclinan a buscar ayuda o tratamiento. Sin embargo, las consecuencias mentales y emocionales de adaptarse e intentar funcionar en los EE. UU. son significativas.
Algunos de los problemas de salud mental más comunes incluyen ansiedad, depresión y PTSD. La ansiedad suele ser parte del estrés de la adaptación y de la incertidumbre relacionada con mudarse a un país diferente y estar limitado por las barreras del idioma. Otros comienzan a sentirse desesperanzados y sienten que están fallando. Esto puede contribuir a la depresión. Para otros inmigrantes, el proceso de ingreso al país ha presentado situaciones extremas y peligrosas donde muchos viven hechos traumáticos. Además, es posible que muchos inmigrantes ya hayan estado experimentando algunos de estos trastornos al enfrentar una perspectiva de vida negativa en sus países de origen. Esto último es lo que impulsa a muchos a abandonar sus países. Entonces, al final, los inmigrantes tienen que lidiar con problemas emocionales y mentales que ya existían y que se ven agravados por la experiencia y el proceso de inmigración.
Por supuesto, a medida que pasa el tiempo y muchos de estos trastornos no se tratan, la condición de salud mental de los inmigrantes corre el riesgo de deteriorarse aún más. A su vez, esto también se convierte en un obstáculo para su adecuada adaptación y funcionamiento, y también, eventualmente, redundará en un mayor uso de los recursos de la comunidad.
Para aquellos que deciden buscar ayuda, existen otras barreras. Primero, es poder conectarse con un profesional sin prejuicios culturales. Además, el psicólogo psicólogo o profesional que asiste al inmigrante debe poder conocer la cultura, el sistema de creencias y las tradiciones de la persona. Finalmente, busque evaluaciones psicológicas o cuestionarios que estén disponibles en su idioma nativo. Además, estos instrumentos deben tener la validez y confiabilidad adecuadas para estas poblaciones. Y, sí, idealmente encontrar un psicólogo que hable con fluidez su idioma nativo es un requisito importante.
De la discusión anterior, es claro que: a) un gran número de inmigrantes no solo tendrán problemas de salud mental, sino que también es probable que los desarrollen; b) dadas las barreras (culturales, financieras, de tiempo, de idioma) que son parte de la realidad de un inmigrante, la mayoría de los inmigrantes tenderá a no buscar tratamiento; y, c) para aquellos inmigrantes que deciden seguir un tratamiento, encontrar el psicólogo o profesional adecuado es un desafío.
Parte de la solución a esta realidad es ayudar a crear conciencia. Concienciación no solo entre los inmigrantes sino también entre todos los que interactuamos (socialmente, en el trabajo, en actividades religiosas o comunitarias) con los inmigrantes. Esto puede ayudar a iniciar una perspectiva y una conversación que puede llevar a aquellos que necesitan apoyo a buscar el recurso adecuado. Además, los profesionales que tratan con inmigrantes (p. ej., abogados de inmigración, personal médico, educadores, propietarios, empleadores, etc.) también deben ser conscientes de esta realidad y, en su capacidad, ayudar a guiar al inmigrante para que busque ayuda.
Al final, el tema de los problemas psicológicos de los inmigrantes, no es solo su problema, es nuestro también. Al tener una población más saludable, nos beneficiaremos de personas que funcionan mejor. Esto también aliviará la carga sobre nuestra comunidad y los recursos de salud y contribuirá a una sociedad más positiva.