Palabras que transforman vidas

EL PODER DE LA PALABRA

El viejo adagio «los palos y las piedras pueden romperme los huesos, pero las palabras nunca me harán daño» es bienintencionado pero falso. Las palabras tienen un poder inmenso: el poder de elevar o destruir, animar o desanimar, dar poder o derrotar.

Como psicólogos, comprendemos profundamente el impacto que las palabras pueden tener en la mente y el espíritu humanos.

La historia del inventor Thomas Edison y su madre Nancy ilustra cómo unas simples palabras alteraron el curso de la historia.

La historia de Thomas Edison

Cuando era un niño de ocho años, Thomas Edison volvió un día angustiado de la escuela.

Su profesor había enviado una nota a casa a su madre Nancy, que leyó con lágrimas mientras el joven Thomas miraba ansioso. «¿Qué dice?», preguntó dubitativo. Nancy abrazó a su hijo y dijo que lo llamaba un genio cuya escuela era demasiado pequeña y los profesores demasiado inadecuados para su brillantez.

Ella misma le educaría a partir de entonces. Así, Nancy se convirtió en la principal maestra y mentora de su hijo.

Bajo sus cuidados, Thomas floreció intelectualmente. A los 15 años ya trabajaba como operador de telégrafo y a los 16 creó su primer invento.

Llegó a tener más de 1.000 patentes en vida.

Muchos años después, Edison encontró la nota de su profesor. Para su sorpresa, le dijeron que su hijo estaba «mentalmente enfermo» y no podía volver a la escuela.

Edison lloró por el engaño de su madre y luego escribió en su diario: «Thomas Alva Edison fue un niño mentalmente enfermo, pero gracias a una madre heroica se convirtió en el genio del siglo.»

Nancy había transformado unas palabras duras en una motivación edificante para su hijo. Su pequeño acto de tergiversación intencionada cambió drásticamente la percepción que Edison tenía de sí mismo y el rumbo de su vida.

El poder transformador de nuestras palabras

Como demuestra la historia de Nancy Edison, las palabras con las que nos dirigimos a los demás tienen un increíble poder transformador.

Cuando recibió la nota condenatoria del profesor de Edison, tuvo que tomar una decisión. O bien podía transmitir su doloroso contenido a su hijo pequeño, confirmando sus peores temores y cimentando en su mente etiquetas de anormalidad e inadecuación. O podría reformular conscientemente el mensaje para darle más poder.

Nancy eligió este último camino. Con una mentira compasiva, sustituyó el duro juicio del profesor por elogios y la confirmación del talento de su hijo.

Esto reorientó instantáneamente a Edison, que pasó de ser un marginado derrotado a un erudito seguro de sí mismo. Las palabras de Nancy dieron alas al incipiente genio de su hijo y situaron su vida en una trayectoria radicalmente distinta.

Por supuesto, el planteamiento de Nancy entrañaba riesgos. Su engaño podría haber dañado su vínculo de confianza si Edison hubiera llegado a conocer la verdad siendo un joven amargado y desanimado.

Además, endulzar los comentarios críticos rara vez conduce al crecimiento. Sin embargo, en este caso se cumplió el adagio «lo que no sabes no te puede hacer daño».

Nancy tomó una sabia decisión dadas las circunstancias, eligiendo la sensibilidad y los ánimos en lugar de la crítica tajante a un niño que ya arrastraba etiquetas de enfermedad mental por parte de su profesor.

Los peligros de las palabras denigrantes

Nancy Edison reconoció un hecho que muchos no comprenden: que las palabras afectan directamente a nuestra psique y a la imagen que tenemos de nosotros mismos. Cuando oímos frases como «no puedes», «nunca llegarás a nada», «hay algo malo en ti», a menudo interiorizamos inconscientemente esos mensajes.

Esto es especialmente cierto en el caso de los niños pequeños, que carecen de filtros y madurez para procesar las valoraciones negativas.

Desgraciadamente, nuestra cultura celebra a los que critican en lugar de a los que animan. Asumimos erróneamente que regañar, señalar con el dedo e incluso avergonzar producen resultados y madurez. Sin embargo, los estudios demuestran que esto tiene el efecto contrario.

El etiquetado y la crítica se convierten a menudo en profecías autocumplidas. Si un número suficiente de voces nos dicen que somos perdedores, deficientes mentales, lentos para aprender, etc., es probable que les demos la razón, no por desafío, sino por convicción.

Nancy Edison reconoció este hecho. Aunque indudablemente disgustada por el cruel análisis que la profesora hizo de su hijo, no se centró en su doloroso aguijón, sino en elaborar un mensaje antídoto de empoderamiento.

No pretendía atacar al crítico, sino negar por completo sus palabras sustituyéndolas por verdades positivas sobre su hijo.

Al hacerlo, redirigió la trayectoria de su vida.

WORDS-IMPACT

El poder del estímulo

Como padres, amigos, vecinos, jefes, líderes políticos, expertos y políticos, ejercemos el poder de las palabras todos los días.

Dejemos que el ejemplo de Nancy Edison nos inspire a utilizar nuestras palabras para elevar las almas en lugar de aplastarlas. Aunque la corrección y la crítica ocasionales tienen su lugar para alimentar el crecimiento, deben ser la excepción y no la norma.

Al igual que los naturalistas entienden que los sistemas orgánicos prosperan mejor en entornos sanos que tóxicos, debemos fomentar culturas y relaciones basadas en la afirmación y no en la crítica o la condena.

Las semillas de la grandeza existen en todas las personas, especialmente en los jóvenes. Como Nancy, podemos avivar estas semillas hasta que ardan, o apagarlas prematuramente con palabras descuidadas y falsas narrativas.

Beneficios probados de las culturas basadas en el estímulo

Aunque pocos de nosotros criaremos prodigios como Thomas Edison, todos nos cruzamos con personas impresionables, inseguras y orientadas al éxito que necesitan estímulo.

Hacer hincapié en los siguientes beneficios de la comunicación positiva podría ayudar a los líderes a entender mejor por qué la crítica debe ser una herramienta poco frecuente, no la base de la cultura de oficina:

Aumento de la motivación y la producción La investigaciónrelaciona el estímulo con el aumento de la motivación y la producción laboral. Por ejemplo, un estudio de ejecutivos de Fortune 500 demostró que los directivos que transmitían aprecio y apoyo por las habilidades de sus empleados obtenían un 71% más de precisión y un 50% más de productividad de sus equipos.

Los líderes deben transmitir gratitud, celebrar las victorias tanto grandes como pequeñas, recompensar la iniciativa y reconocer con frecuencia a los jugadores de equipo sólidos. Esto acelera catalíticamente el rendimiento.

Mejora de la lealtad y la retención Las plantillas expuestos a una apreciación y afirmación constantes demuestran una mayor lealtad a la organización y una menor rotación.

¿A quién le gusta trabajar mes tras mes para un jefe hipercrítico que no nota los progresos? La mayoría de las personas anhelan que se aplaudan sus esfuerzos y se refuerce su crecimiento.

Los líderes sabios dedican tiempo a animar a sus empleados de palabra y por escrito para aumentar su lealtad, satisfacción y permanencia.

Aumento de la creatividad y la resolución de problemas Los investigadores han relacionado directamente el refuerzo positivo con el aumento de la innovación, la asunción de riesgos y la producción creativa.

Los climas negativos generan miedo al fracaso, bloqueando la experimentación esencial para las ideas pioneras. El estímulo genuino ofrece la libertad de pensar fuera de los límites y, a veces, de fracasar hacia adelante.

Las organizaciones que se tomen en serio la catalización de la creatividad deben erradicar a los directivos que inducen al miedo y no están dispuestos a fomentar la innovación a través del aprecio.

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El efecto multiplicador del estímulo

Como Nancy Edison, puede que no siempre veamos los frutos de unas simples palabras de aliento dirigidas a la vida de los demás. Sin embargo, sus efectos se extienden más de lo que creemos. Los estudios que siguen a personas años después de haber recibido orientación y tutoría positivas revelan que transmiten ánimos a docenas de otras personas.

Aunque puede que olvidemos los cumplidos que les hacemos, los elevados rara vez olvidan nuestros dones lingüísticos que fortalecieron sus manos para futuros retos. Las palabras adecuadas en el momento oportuno pueden cambiar el destino.

Por supuesto, incluso las palabras más afirmativas tienen límites. Los problemas graves siguen requiriendo intervención y corrección. Sin embargo, incluso en estas situaciones, el idioma configurado con valores predeterminados destructivos requiere un restablecimiento urgente. Debe cambiar la forma de transmitirlo, no sólo el mensaje.

Restablecer la confianza rota

En los casos de heridas relacionales, como el engaño, la violencia o el abuso sexual, por ejemplo, las palabras reconciliadoras por sí solas no pueden producir la curación sin un cambio de comportamiento.

Sin embargo, el lenguaje conserva el poder de ayudar o dificultar gravemente la restauración.

Al principio, las víctimas pueden no ser emocionalmente capaces de extender el perdón, pero el agresor aún puede comunicar un remordimiento genuino, empatía, comprensión y compromiso con el crecimiento.

Estas palabras plantan semillas que permiten que la confianza y las relaciones se reconstruyan gradualmente.

En conclusión, que todos agarremos con más fuerza las riendas de las lenguas, reconociendo la naturaleza de doble filo de las palabras para enriquecer o empobrecer los corazones. Al igual que Nancy Edison, dominemos el arte de la reorientación: escuchar etiquetas dañinas pero negarnos a repetirlas.

Cuando haya que criticar, que sea con dulzura, empatía y sabiduría para redimir, no para condenar.

Como psicólogos que transformamos vidas a diario, comprendemos sobre todo el profundo poder de las palabras. Utilicemos nuestra herramienta más poderosa, el lenguaje, para sustituir la desesperación por la esperanza, el miedo por el valor, la debilidad por la fuerza. Al hacerlo, nos asociamos con Nancy Edison para parir cambiadores del mundo.

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